Desde aquel momento el aumento progresivo de peregrinos ha crecido y es una tradición instalada que todos los niños acudan a recoger caramelos. La tradición cuenta que la peregrinación se inició en 1830 cuando Josep Vidal i Granés hizo una promesa a San Emeterio: le prometió ir en peregrinaje todos los años a la ermita de San Emeterio repartiendo caramelos a todos los niños que encontrara en su camino si curaba de su enfermedad.